El título del blog podría parecer desfasado, pues desde diciembre me encuentro ya en mi tierra, en Euskadi. Sin embargo, África tiene un poder inmenso, un poder místico, un empuje...
El viernes 21 de febrero acudí al centro escolar La Anunciata de Donostia-Pasaia invitado por mi vecino Juan Carlos, que es docente del mismo.
Me acompañó mi amiga y hermana Loly, que tan gentilmente me ayudó a pasar las diapositivas y vídeos. (Eskerrik asko Loly, foquééna!). Una presentación, una exposición que sigue el esquema del que será mi libro de misión y que avanza satisfactoriamente.
Al empezar las dos charlas, expliqué que como agradecimiento al pueblo que me acogió, me vestiría con un traje típico de la zona: el Bubú. Con ello, no quise simplemente agradecer al Pueblo Senufo, sino reafirmar su dignidad, su identidad, su ser.
La primera charla reagrupó a escolares de edad comprendida entre los 10 y los 14 años. Algunos de ellos, al ver ciertas fotos y tomar conciencia de la realidad en Korhogo, rompieron a llorar de angustia. Para mi sorpresa, el conjunto siguió atentamente mis descripciones. Y lo que más les gustó fue el vídeo del Boloï, o baile de la pantera.
Acto seguido, la gran sala se llenó de adolescentes de entre 14 y 18 años. Durante la hora y media, todos se mostraban interesados. Al abrir la ronda de preguntas, fueron varias las preguntas: sobre las bodas, la importancia de los funerales y el por qué, el agua y las enfermedades, etc.
En resumen, un bonito encuentro encuadrado en la Semana Solidaria que celebra el centro anualmente y que recordó las desigualdades mundiales en lo socioeconómico, pero también en cuanto a sentido de esperanza, esa esperanza que nace desde Jesús.