Solo faltan 72 horas para que comience una aventura, una experiencia de misión, una EXPERIENCIA DE VIDA. Los mensajes que recibo desde Korhogo provocan en mí tal ilusión que, sin poder evitarlo, se confunde con el nerviosismo y la tristeza de las despedidas. Son días en los que unos y otros nos despedimos y, aunque mi semblante se mantenga sereno, en la soledad de mi habitación no puedo evitar que mis lágrimas hagan acto de presencia. Tristeza por las despedidas, pero con un significado claro: AMOR Y AMISTAD. Porque un sueño se va a hacer realidad.
Estos últimos días mil recuerdos recorren mi cerebro y mi corazón. Sin embargo, 3 experiencias persisten en mi interior, 3 experiencias que me han marcado.
- La primera se remonta a julio de 2008, cuando tras haber hecho un curso de Cooperación y Desarrollo, me dieron la oportunidad de cruzar el Atlántico e instalarme durante un mes en San Cristóbal de las Casas, Chiapas (México). Sin saber en qué proyecto participaría, Cáritas de Gipuzkoa nos envió allí, a colaborar en la Fundación León XIII. Nada más pisar la Fundación, tuvimos que cruzar la selva chiapaneca para llegar a una comunidad indígena que pocos sabrían colocar en un mapa. Allí tuve el primer contacto con el mundo indígena. La primera sensación fue "qué pobreza material! pero qué felices son!". En ambiente familiar, colaboré en el proyecto de construcción de cocinas de madera para, por un lado, reducir el índice de cáncer entre las mujeres indígenas (que, a causa de las cocinas "abiertas", aspiraban humo) y, por otro, optimizar la utilización de leña. Un proyecto sencillo y barato, pero totalmente desconocido para mí. Si algo he de subrayar de la experiencia de Chiapas sería la bondad, el sentimiento de familia y la acogida por parte de las diferentes comunidades indígenas.
- Un año más tarde, en 2009, las Hijas de la Cruz organizan un "Campo en África" de un mes para 30 europeos y 4 canadienses al cual me invitan. Allí me planto, en las afueras de Ouagadougou, la capital de Burkina Faso. Es digno de admirar la cantidad de actividades que organizan las diferentes Congregaciones y Órdenes alrededor de la parroquia: diferentes clases de apoyo para niños y jóvenes, ludotecas improvisadas para los hermanos pequeños de quien acude a las clases, dispensario médico y alimentario, etc. Mi labor consistió en dar clases de francés a chavales que venían andando desde lejos, con sus hermanos pequeños a la espalda. El contacto con la pobreza extrema e inhumana fue espeluznante. Todo un sopapo a la conciencia de cualquier "occidental". Familias rotas, destrozadas, violentadas... pero conocí a personas maravillosas, sencillas y detallistas... nativos y extranjeros.
- Y por último, una tercera experiencia que me ha marcado es de este pasado mes de junio (2012): la peregrinación a Tierra Santa. Conocer y recorrer los pasos de Jesús de Nazaret, con su sencillez y ejemplo, resultó apasionante. Una peregrinación que no hubiera sido igual sin Javier ni Feli, su madre. En la vida podré olvidar lo que sentimos en el mismo corazón del Santo Sepulcro en esos escasos 10 segundos (nos metían prisa para salir, la cola era ya inmensa). No puedo explicar lo que sentimos, sencillamente, porque no hay palabras para describirlo.
Estas tres fuertes experiencias están presentes en estos momentos de ilusión y nerviosismo. Son tres experiencias que me han marcado de cara a esta misión, pero las experiencias que más nos marcan son las del día a día. A todas aquellas personas maravillosas que he conocido en estos tres distintos lugares del mundo quiero dedicarles esta preciosa canción de La Negra (Mercedes Sosa). Para estas personas, mi humilde homenaje.
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