A casi un mes de poner un punto y coma a una etapa irrepetible de mi vida, tarde o temprano tenía que llegar. Llevo varios días enclaustrado en casa. Me sorprendía de que durante más de nueve meses no haya caído enfermo de paludismo, pero no ha sido éste último quien ha hecho que enferme, sino un buen resfriado que dura varios días y que, con toda probabilidad (mañana iré al Centro Hospitalario Regional de Korhogo), se ha transformado en otitis. Tocaba... pero nada preocupante.
He aprovechado estos días para reflexionar sobre qué está suponiendo en mi vida toda la experiencia que estoy viviendo, a la espera de que sus frutos se vean en el futuro. Y el Evangelio de hoy me ha tocado el corazón (Lc 6, 12-19), pues llevaba varias semanas reflexionando al respecto:
Sé que algunos que me seguís con frecuencia os consideráis lejanos de Dios. Pero no por ello Dios deja de amaros. Y yo os sigo queriendo y respetando.
Sí, hermanos y hermanas, me siento querido por Dios. Su presencia, su apoyo incondicional, su lealtad ilimitada me han acompañado todo este tiempo, en el que muchas han sido las dificultades. Pero, ¿quién dijo que iba a ser sencillo?
Por eso, esta experiencia en Korhogo me ha hecho abrir los ojos y tomar conciencia de que soy un Apóstol de Dios, yendo más allá de mi condición de "sacerdote, profeta y rey" que recibí con el Bautismo. Sí, me ha elegido, como eligió a los Doce. Con la Confirmación, Dios nos nombra apóstoles, pero qué difícil es sentirse apóstol!
"No llevéis nada con vosotros, predicad con el ejemplo".
Mi condición de misionero no puede reducirse a un sólo ámbito, como por ejemplo al centro donde colaboro. Soy consciente de que soy misionero las 24 horas del día, allí donde esté, y por ello he de actuar en consonancia. Tampoco soy perfecto, reconozco mis debilidades y mis pecados, como lo eran esos Doce. Pero tal y como Dios me pide, he de estar abierto y cercano.
"Yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas." (Mt 10, 16)
Muchas han sido las pruebas que Dios me ha puesto. Algunas de ellas, durísimas. Pero he sido capaz de sobrellevarlas gracias a mi Fe en Él. ¡Qué verdad es que la Fe mueve montañas! El contexto en el que vivo no es en absoluto sencillo: las injusticias son enormes, provocando gran dolor y frustración, las mentalidades son tan diferentes que a veces te preguntas en quién puedes confiar realmente, el significado de las palabras cambia de una mentalidad a otra... No. No es sencillo. Pero es justamente la Fe, la afirmación de que estos valores son necesarios los que han permitido que no decaiga en el camino.
Dos personas, no hace tanto tiempo, me dijeron que me admiraban. ¿Por qué?, les pregunté, sorprendido. "Cuando nos dijeron que iba a llegar un blanco para un año, nos entraron los nervios: teníamos que planificar todo para estar a la altura, para que no te faltara de nada, etc. Pero te admiramos por tu sencillez, por venir a vivir como nosotros, entre nosotros y con nosotros. Y siempre dispuesto a ayudar, sobre todo con un buen consejo. Simplemente gracias". Mis lágrimas cayeron de emoción y reconocimiento. Pero he de decir que tampoco hubiera podido ser así si no me hubieran aceptado como lo han hecho. El primer día me contaron que para ellos los Senufo, "el extranjero es rey" (y bien cierto es, lo he comprobado), y en consonancia me otorgaban un nombre Senufo: "Zié". Lander Zié, que significa literalmente "primero de entre los hijos". Impresionante, verdad? Pero la condición de "hijo" no exime de dificultades y responsabilidades, claro está.
Me siento lleno. Lleno porque aceptar la llamada de Dios hace que me sienta aún más querido, y porque despojarme durante un año de muchas cosas, algunas de ellas muy importantes, me lo devuelve con creces. Porque ya lo dice el Evangelio: "Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido" (Mt 23, 12).
Hermanos y hermanas, seguir a Cristo no es sencillo. Ya lo dijo Él: "Si alguien quiere seguirme, renuncie a si mismo, tome su cruz y me siga” (Mt 16, 24). No es fácil. Pero merece la pena. "Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia" (Jn 10, 10).
Quiero aprovechar estas líneas para agradecer a varias personas, a sabiendas de que no podré citar a todas.
En primer lugar, a Dios. Por todo.
A mi Ama, por ser ejemplo vivo del Sí de María, por hacerme ser lo que soy y por dejarme ser lo que soy. Siendo parte de mi misión, nuestros corazones están más unidos que nunca (y eso que el margen era escaso!). Maite zaitut Ama.
A mis hermanos de Molante, mi "bruxa aberia" y "mi perli": gracias, eskerrik asko, por vuestra lealtad, vuestro apoyo, vuestro recuerdo, vuestra presencia. Habéis hecho que este camino sea más llevadero y por demostrarme que la distancia no es un obstáculo cuando realmente se quiere a alguien. Os estaré SIEMPRE agradecido.
A Ramón: por ser un verdadero e inmediato apoyo, ejemplo vivo de lo que es ser un servidor de Dios, y por lo tanto, un servidor al prójimo. "Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos" (Mt 5, 10).
A quienes me han acogido en Korhogo, especialmente a Alphonse, su-mi familia y las Hijas de la Cruz: porque aceptarte durante un año y convertirte en un miembro más de la familia, con sus alegrías y sus tristezas, siempre engrandece y permite vivir en Comunión.
Y cómo no, a todos los seguidores del blog. Que aunque la mayoría no se exprese, sé que están ahí.
Aún queda un mes para seguir enriqueciéndome como persona en tierras senufas. Por de pronto, espero recuperarme y así poder hacer de anfitrión a Cristina y Marta, dos misioneras madrileñas que aterrizaron a Daloa hace un mes y a las que espero enseñar la realidad de esta dura y maravillosa tierra llamada País Senufo. Fotamana, Cristina y Marta!
El camino sigue... la vida continúa!